En la actualidad, estamos viviendo un proceso generalizado de pérdida de derechos y precarización de la clase trabajadora.
En Asturias, el cierre
progresivo de la minería y el desmantelamiento industrial y económico de las
cuencas, sumado al cierre de empresas, EREs, y despidos nos dejan en esta
situación: más de 100.000 personas en paro; entre 35.000 y 40.000 familias
asturianas con todos sus miembros desempleados; entre un tercio y la mitad de
los y las pensionistas cobrando menos de 600 euros; el 60% de la juventud, sin
empleo y la pobreza empieza a afectar a un porcentaje cada vez más grande de la
población.
Además,
sufrimos un proceso de feminización de la pobreza que en los últimos años, y
con la excusa de la mal llamada crisis, avanza a pasos agigantados.
En
cuanto al empleo, el balance de los últimos cinco años para las mujeres es
desolador. Según la EPA, “entre 2008 y 2012 ha habido una pérdida neta de
22.800 puestos de trabajo entre las asturianas, y la cifra de desempleadas se
ha duplicado. Pero además, el poco empleo que se crea es de muy baja calidad, y
prueba de ello es el auge del tiempo parcial: el 24% de las ocupadas tiene un contrato
de este tipo, frente al 20% antes de la “crisis”; y este crecimiento no
responde a una elección de las trabajadoras, sino a la imposibilidad de
encontrar un empleo a jornada completa”.
Además la brecha salarial que existe entre hombres y mujeres continúa
aumentando.
Con
la reforma laboral se bonifica más la participación de mujeres en la modalidad
de contrato de “emprendedores”, lo que nos condena a este tipo de contrato
basura que permite el despido libre y gratuito
durante el primer año. Por
otro lado se rebaja el porcentaje de absentismo total de la plantilla para
justificar despidos individuales por faltas de asistencia (justificadas o no)
que las mujeres mayoritariamente nos vemos obligadas a realizar cuando las
personas a nuestro cuidado caen enfermas o precisan de atención complementaria.
Se permiten también las horas extraordinarias en los contratos a tiempo
parcial, en los que somos mayoría, legitimando el fraude laboral. Además, el
cómputo para acceder a las prestaciones por desempleo se realiza por horas, no
por días, por lo que sumado a lo anterior
produce que tengamos mayores dificultades y menos prestaciones.
Esto se une a los recortes en la ley de dependencia que se ceba
especialmente con las
mujeres: “Nosotras suponemos el 67% de las personas que reciben prestaciones o servicios, somos el 92% de las personas cuidadoras dadas de alta en la Seguridad
Social, tenemos mayor esperanza de vida
y por tanto más riesgo ante la discapacidad y cobramos menos pensión de
jubilación (la media para nosotras es de 637 euros y para ellos de 1.071)”.
La gota que colma el vaso es la nueva reforma del aborto que el gobierno del PP quiere imponer suponiendo, no sólo un atentado contra la vida y el derecho a decidir de las mujeres, sino la imposición de ser madres en un sistema que cada vez hace más imposible la conciliación de la vida laboral y facilita el despido y/o la no contratación en estos casos.
En
este contexto vimos la necesidad de crear el grupo de mujeres en lucha dentro
de la CSI con un doble objetivo: por un lado, hacer visible y luchar contra
nuestra situación de “doblemente explotadas y doblemente oprimidas”, y por
otro, conseguir que el feminismo sea visto y aceptado como lo que es: una lucha
transversal al resto de luchas que afecta a toda la clase trabajadora y en la
que tanto mujeres como hombres deben implicarse.
Por todo
ello, el 28 de septiembre, día por los derechos sexuales y reproductivos, al
mismo tiempo que apoyamos el taller informativo que la Plataforma Feminista de
Asturias organizaba en Gijón, llevamos las reivindicaciones a la manifestación
de “Asturies en pie” en Langreo contra los despidos en Duro-Felguera y el
desmantelamiento de Asturias.
Si
tocan a un@, nos tocan a tod@s.