sábado, 15 de marzo de 2014

Sin Tierra Para Cultivar, Sin Recurso Para Subsistir

Micheline Seviene Bugandu no tiene más de 20 años. Fue violada por hombres ar­mados cerca de su casa, en la localidad de Minova, un pe­queño pueblo de la provincia de Sud Kivu, en la zona este de República Democrática del Congo. Ahora trabaja en una asociación que ayuda a mujeres que, como ella, han sido rechazadas por sus fa­milias para alzar la voz con­tra la violencia. "Cuidamos de las mujeres víctimas de la violencia y traumatizadas a causa de la guerra; también a sus hijos, muchos víctimas de las violaciones o huérfa­nos", explica esta joven, la mirada viva bajo un paño tradicional de luminosos co­lores, verdes y amarillos, que le cubre la cabeza.
En la asociación en la que colabora Micheline, al igual que en muchas otras que trabajan incansablemente al este de la RD Congo, más de 250 mujeres han encontrado un espacio para recuperarse de la violencia que empapa la sociedad congolesa a causa de décadas de guerra. Viven de los productos agrícolas que explotan en parcelas de tierra comunitaria, com­prada y cedida por la aso­ciación. Allí cultivan maíz, mandioca, patatas y judías que luego consumen y, si so­bran, venden.
El acceso a la tierra y a los recursos naturales es impres­cindible para la subsistencia de la amplia mayoría de la población en RD Congo. Pero al igual que en muchos otros países, las costumbres y las prácticas locales conti­núan jugando un papel muy importante a la hora de fi­jar las reglas de acceso a la tierra, discriminando a las mujeres y exponiéndolas a situaciones de extrema vul­nerabilidad.
Más del 80% de las tierras en RD Congo están aún bajo el régimen del derecho con­suetudinario. El marco legal establecido por el Gobierno, que sí reconoce el derecho de las mujeres a acceder a la tierra, no ha calado en las zonas rurales, donde los jefes comunitarios continúan ges­tionando los recursos natu­rales de forma patriarcal. Así, como dicen varios cantos en lengua local, el swahili, las mujeres de la provincia de Sud Kivu no tienen derecho a acceder a las instancias de toma de decisión (...omuka- zi arhaja ukubwami...), no son capaces de gestionar la tierra (...omukazi arhaku- la...) y no tiene derecho a pedir una parcela para cul­tivar (...omukazi arhaja ukubwami...). Esto también tiene repercusiones sobre el derecho a la herencia de las mujeres, de tal manera que en muchos casos solo pue­den cultivar la tierra cedida por sus padres o maridos. La ausencia o la dificultad de acceso al registro civil para inscribir los nacimientos y matrimonios fragiliza aún más sus derechos.
Pero es que este hermoso país del corazón del África subsahariana se enfrenta ade­más desde hace décadas a un conflicto armado que causa cada año miles de muertos y desplazamientos masivos de población. La violencia ha exacerbado la vulnerabilidad de las mujeres. La amplia mayoría de los desplazados por la guerra que caminan por la ciudad congoleña de Goma, en la frontera con Rwanda, y buscan acogida en los campos de refugiados de los actores humanitarios, son mujeres con niños a su cargo, así como viudas y huérfanos.

A la masculinización de las reglas de acceso a la tie­rra y la ausencia de tierra cultivable a causa de la pre­sión demográfica, se une la inseguridad causada por los grupos armados y la lacra de la violencia sexual. Las mu­jeres víctimas de violaciones son estigmatizadas en su lu­gar de origen y se convierten en parias rechazadas por sus comunidades. Sin tierra para cultivar se termina su último recurso para subsistir.
El Programa de Naciones Unidas para los Asentamien­tos Humanos (UN-Habitat, en inglés) gestiona en RD Congo varios proyectos que tienen como objetivo apo­yar la puesta en marcha de políticas de gestión de los recursos naturales capaces de facilitar la reintegración de los desplazados y refugia­dos por la guerra, así como impulsar un desarrollo ge­nerador de oportunidades socioeconómicas respetuoso con los derechos humanos. En colaboración con estruc­turas comunitarias y de base, el equipo de UN-Habitat sensibiliza sobre la existencia de mecanismos para resolver de forma pacífica conflictos de tierras y promociona la creación de redes de muje­res y de hombres que luchan por la igualdad de género al este de la RD Congo.
En este 8 de marzo de 2014, día internacional de las mujeres, la voz de Mi­cheline y de muchas otras congoleñas, se alza unida a las voces de otras mujeres en todo el mundo, que con más fuerza que nunca gritan con­tra la violencia, la guerra y la discriminación.

 Covadonga Murias Quintana.
Voluntaria de Naciones Unidas y responsable de comunicación en UN-Habitat en Goma, República Democrática del Congo.
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